EL TEATRO COMO REFUGIO
El mundo actual es ruidoso. A veces demasiado. Vivimos rodeados de prisas, de exigencias y de conflictos. Todo nos empuja a correr, a rendir, a cumplir. Y en medio de ese ruido, necesitamos espacios donde parar, respirar y ser. Para mí, el teatro siempre ha sido ese lugar: un refugio.
«El ruido del mundo se queda fuera. Aquí solo importa la verdad de lo que somos.»
La primera vez que entré en un aula de teatro tenía quince años. Fue como atravesar una puerta hacia otra dimensión: la dimensión de la libertad. Descubrí que allí podía ser más yo mismo que en ningún otro lugar. En aquel espacio nadie me pedía que encajara; podía explorar, equivocarme, atreverme. Y esa sensación de libertad me marcó para siempre.
En el aula de albedríoteatro aprendemos de una manera muy distinta a la de la escuela convencional. En la educación tradicional, el error solía castigarse, era motivo de vergüenza o de corrección. Aquí, en cambio, el error es un regalo: abre caminos, señala posibilidades, nos da permiso para investigar y crecer. Cada tropiezo se convierte en un aliado que nos impulsa a descubrir nuevas formas de expresarnos.
Y hay algo más, algo que hace del teatro un refugio aún más valioso: la comunidad que se crea en cada grupo. Personas que en la vida cotidiana jamás se habrían encontrado comparten escena, risas y silencios. Diferentes edades, profesiones, procedencias y sensibilidades se unen para formar una pequeña familia. Esa diversidad, que afuera podría separar, en el aula de teatro enriquece, transforma y une.
Por eso digo que el teatro no es evasión: es refugio. Es el lugar donde aprendemos a ser más nosotros mismos, acompañados por otros, en un espacio donde el error es aprendizaje y la diferencia se convierte en vínculo. Un lugar desde el que volvemos a la vida con más fuerza, más claridad y más verdad.
Y lo más hermoso de todo es que este refugio no es solo mío: está abierto para quien desee probarlo. Porque entrar en un aula de teatro es descubrir, como me ocurrió a mí a los quince años, que hay otra dimensión posible: la de la libertad de crear juntos, en equipo, en comunidad. Regresando a una parte esencial de lo que implica ser humano.
Aldo Benito Bernal